Ya hay ganas de volver a tener coche, y con estas prisas que les han entrado de repente ( ya era hora!) espero poder tenerlo en breve.
Ya no recordaba lo que era pasar 3 horas al día en el metro o el autobús, de pie, madrugar más, llegar más cansada a casa, comer más tarde y andar pendiente de llevar siempre calderilla en el bolsillo para pagar cada viaje.
Espero que eso pase a la historia en cuestión de semanas y poder volver a ser el bicho de 6 piernas, cuatro de ellas rodantes que ya me había acostumbrado a ser.
A los que me leéis y sabéis lo que es usar el transporte público en una gran ciudad ni mas ni menos que para ir a currar, (que deberían dar un premio por eso) os dejo estos guiños:
La alarma del móvil suena una mañana más.
Cuanto más oigo esa música
más estridente suena,
más desagradable es.
Otra vez me he vuelto a dormir.
Si no salgo a y media perderé el bus de menos cuarto
si pierdo ese bus perderé el metro de y cuarto
y el tren de y veinte.
Un minuto más durmiendo;
quince más de espera,
veinte más de retraso
Corro rápido, más rápido...
quizá hoy no llegue a su hora, quizá se retrase,
tan solo dos minutos,
los justos para no perderlo,
los justos para ver las mismas caras de todas las mañanas:
las chicas del instituto con piercing en la nariz,
aquel trajeado que se queda dormido nada más sentarse,
el chaval del pelo largo con los cascos...
Si un día dejo de ver una de esas caras
sé que irremediablemente se durmió,
y perdió unos valiosos minutos en algún rincón de la almohada.
Veo a lo lejos la parada,
¿podré llegar a tiempo?
aun hay caras conocidas esperando
pero el bus dobla la esquina,
comienzo a correr parando a los coches
¿quién puso pasos de cebra delante de las paradas de autobús?.
La carrera, la falta de aliento
se mezclan con el sueño y el mal cuerpo
hoy hubo suerte... estoy dentro.
¿Qué toca hoy?:
música, literatura, o una cabezada...
ya hace días que empezó la semana,
sin duda elijo el sueño.
Instantes antes de llegar a destino
mis párpados me avisan...
va siendo hora de bajar.
Entro en el metro,
vuelven las prisas.
El sonido del vagón entrando en el andén me apresura el paso.
Ando entre la gente,
no veo a nadie
solo la puerta elegida.
El microclima de los vagones de metro es curioso,
nunca hace la temperatura que debe hacer;
o mucho frío,
o mucho calor
siempre demasiada gente.
Huele a aire cerrado,
a cansancio y astío,
a miradas perdidas.
Me siento envuelta de zapatos apresurados,
de libros desgastados,
de legañas mañaneras,
de relojes impacientes,
de periódicos gratuitos,
de pensamientos propios,
de gritos de otros,
y ganas de volverse a la cama.
Por fin llego al destino
hora y media de camino;
de reflexión
de carreras
de viaje a ninguna parte
¡Madrid Vuela!
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