Hace tiempo una compañera vino a bautizar a mi fiel guía de viaje como Damian, por aquello del color rojo Lucifer y su enérgica velocidad comiendo kilómetros.
Ese nombre me dió pie a conocerlo mejor y rebautizarlo como Demian, aquel que se busca a si mismo y anhela la libertad sin miedo, aquel del que hablaba Hesse, al que leí hace años y que me recordó que la búsqueda de uno mismo no es fácil, y quizá no acabe nunca, pero que lo importante es llevarla a cabo con serenidad y valentía.
Hoy me despido definitivamente de mi compañero, en su memoria os poso aqui unas palabras de ese Demian que leí, quizá os recuerden a vosotros tambien, que la búsqueda no ha finalizado, que hay que reavivarla cada día.
“La vida de todo hombre es un camino hacia sí mismo,
la tentativa de un camino, la huella de un sendero.
Ningún hombre ha sido nunca por completo él mismo;
pero todos aspiran a llegar a serlo, oscuramente unos, más claramente otros,
cada uno como puede. Todos llevan consigo, hasta el fin,
viscosidades y cáscaras de huevo de un mundo primordial.
Alguno no llega jamás a ser hombre,
y sigue siendo rana, ardilla u hormiga.
Otro es hombre de medio cuerpo arriba, y el resto, pez.
Pero cada uno es un impulso de la Naturaleza hacia el hombre.
Todos tenemos orígenes comunes: las madres;
todos nosotros venimos de la misma sima,
pero cada uno –tentativa e impulso desde lo hondo- tiende a su propio fin.
Podemos comprendernos unos a otros, pero sólo a sí mismo puede interpretarse cada uno. “
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